domingo, 21 de junio de 2009

¿QUE ES UN DIARIO PEDAGOGICO?




Marta Lorena Salinas Salazar
Profesora de la Facultad de Educación, Univarsidad de Antioquia
Losalas@quimbaya.udea.co

Es común escucharle a un maestro sus impresiones sobre lo que sucede en la Institución, pues quien ejerce este oficio noble tiene cientos de historias por contar. Algunas, tienen un fuerte ingrediente interpretativo, con argumentos teóricos que respaldan sus comentarios, otras experiencias solo son narradas a partir de lo anecdótico, sin poder encontrarle alguna justificación posible, pero cargadas de interrogantes que invitan a seguir pensando sobre ellas; unas historias más aparecen como un testigo del desprecio del hablante por su trabajo, del cansancio que le produce la indisciplina o la incomprensión de sus alumnos frente a lo que él o ella les enseñan.

Gran variedad de temas se encuentran en estas expresiones, sobre el qué, el cómo, el porqué de la enseñanza; sobre las múltiples formas de relación que se producen en el aula, entre los pequeños grupos de alumnos, entre maestro y jóvenes, entre directivos y profesores, entre padres y maestros, en fin, entre los que hoy llamamos actores del mundo de la escuela. Hoy casi todas las conversaciones de los maestros están cruzadas por la forma como se manifiesta la violencia en la escuela, expresiones que van desde el reconocimiento real de la forma como esta, la violencia, ha permeado el espacio escolar, hasta el vano intento de mantenerla alejada de ella, para que no afecte el desarrollo de lo que allí se hace. La lista podría seguir aumentando copiosamente, sin embargo, lo que hoy nos ocupa es una pregunta, muchas veces formulada a los maestros ¿Porqué no escriben?

Varias hipótesis han surgido como respuesta: La poca valoración que tiene en maestro de su oficio. La dificultad de escribir sobre uno mismo, ya que el maestro es actor de muchas de sus historias y eso lo compromete. El problema de su formación que el maestro recibió, la cual no lo capacitó para ello. La velocidad con que ocurren los hechos y que no permiten pensarlos cuando ya está ocurriendo otro. La infinidad de tareas que tiene que desempeñar el maestro en la escuela: enseñar, preparar la clase, acompañar a los niños y los jóvenes, valorar sus formas de relación, cuidarlos, atender a los padres, planear, llenar el observador, escribir los informaes de evaluación, preparar actos cívicos, determinar quién iza la bandera, colaborar con el bazar, mantener la disciplina, participar en las reuniones de profesores, escribir para el Proyecto Educativo Institucional, participar en el manual de convivencia. Es indiscutible ¿A qué horas puede el maestro escribir?.

Desde ese tipo de escuela en la que hoy trabajamos, tenemos que escribir. Una manera de desentrañar ese manojo de tareas, funciones académicas, administrativas, comunitarias, será mediante la reflexión, una reflexión que permita inventariar la escuela, reconocerla como estructura cruzada por múltiples relaciones, en las cuales está implícita la diferencia como motor que dinamiza la Institución y su entorno. Esas reflexiones permanentes apoyadas por supuesto en la vivencia, pero argumentadas en un encuentro con el saber y el conocimiento, permiten discusiones racionales, como lo plantea Mockus en sus trabajos sobre Habermas y Gadamer. Al decir racionales se propone justamente basarse en una “acción comunicativa discursiva, en la tradición escrita y en la elaboración de lo que se ha aprendido en los intentos previos de reorientar y reorganizar acciones semejantes”. Es decir, llevar lo aprendido a la discusión e incorporarlo en la escritura.

La posibilidad inicial de construir grupos, comunidades académicas, parte de la necesidad de cruzar las discusiones por cuatro pretenciones: comprensibilidad, verdad, sinceridad y rectitud. Estas pretenciones no se consiguen solo con buena voluntad, ya que el deseo solamente no hará posible lo que ellas afloren en nuestra comunicación. Además de requerir un reconocimiento explícito por la diferencia y el respeto por el otro y sus ideas, se requiere argumentación para presentar lo que pensamos; se requiere ser un usuario permanente de los registros escritos por otros que permita no siempre arrancar de cero; y si bien los textos por sí solos no se convierten en la verdad absoluta, justamente nuestra mirada crítica y análitica sobre ellos permitirá avanzar sobre lo ya planteado.

Hablamos entonces de la lectura, una lectura que guíe lo que discutimos, lo que escribimos y lo que reorganizamos en el hacer.
Los grupos surgen por afinidades alrededor de un proyecto, por trabajar en la misma área de saber, por ejercer el oficio en el mismo nivel o grado, grupos que exponen y comparten sus avances con los otros, grupos que pueden nutrir la casuística, importante, pero no el único aspecto aprovechable en las reuniones de maestros con experiencias racionalizadas por otros y que permiten entonces, pensar de lo meramente escpeculativo a la formulación de acciones para encontrar posibles alternativas, sobre el contexto en el que el maestro vive su oficio, grupos que escriben su experiencia docente con referentes teóricos.

Cuando solo se habla, como hacen comúnmente los maestros, se da una adaptación a los interlocutores del momento, se tiende a variar el lenguaje y los propósitos de acuerdo con las expectativas porque se comparte un aquí y un ahora. Cuando escribimos nos alejamos del aquí y del ahora como espacialidad para trascender a un interlocutor más amplio a todos los interlocutores, en cualquier lugar, en cualquier momento.
Mockus señala una postura importante cuando de planteamientos académicos se trata, y es la necesidad de respaldarlos y argumentarlos con evidencias que sean reconocidas como válidas por cualquier interlocutor que se tome el trabajo de examinarlas, aunque estos planteamientos puedan ser fiables. Es la única manera de ponerlos a prueba, de entrar en elos a una discusión que pueda ser racional como ya lo dijimos antes, donde la combinación con la acción permita también ser un espacio de validación de ese saber.

El diario pedagógico está fundamentado en categorías pedagógicas, es decir, es escrito desde la condición de sujetos públicos que reconocen la necesidad e importancia de la observación, la cual trasciende a la reflexión, la investigación y el plan de acción o de mejoramiento desde una visión propositiva. El diario pedagógico, por lo tanto no solo recoge las experiencias vividas cotidianamente por el maestro en el aula de clase, sino que hace una interpretación con argumentos teóricos que apoyan sus comentarios y tratan de encontrar una justificación posible a las situaciones vividas.

Este ejercicio permanente permitirá a su vez un reordenamiento del mundo de la escuela, una nueva forma de valorar las acciones de la práctica cotidiana sin redundar sobre ellas en un ciclo de repetición y lamentos que agobia al maestro y que hace de la escuela un lugar muerto, que consume el tiempo en infinidad de hechos que se repiten y se enfrentan solo desde el sentido común y de la misma manera. Pero también hay otra garantía importante, la cual tenemos que destacar. En este orden de ideas y de acciones se “aprende” a actuar, se sabe actuar.

Actuar en consecuencia nos permite convertir las instituciones educativas en escuelas de pensamiento sobre los problemas y realidades de la educación, la pedagogía y la enseñanza. Es construir una práctica pedagógica que dote de sentido el quehacer docente y la función de la escuela.

Estos planteamientos convocan al maestro a la escritura. Miremos el Proyecto Educativo Institucional, este debe partir de la voluntad colectiva, donde la participación es su principal componente. Esto por supuesto comporta una transformación de carácter político no solo en el ámbito institucional sino social. La intencionalidad contextualizada del PEI se estructura en procesos pedagógicos y didácticos. Estos mismos propósitos son los que dan fuerza y contenido al diario pedagógico. Las formas de relación entre los alumnos y profesores (saberes, afectos, normas, comportamientos...) contenidas en un objetivo principal de formación aparecen plasmadas en el proyecto educativo como meta y como sentido de los procesos de cada institución. La forma más pertinente de hacerlo operativo es revisándo el día a día, plasmado en el diario pedagógico del maestro y en los diarios de campo de los alumnos. La historia registrada, comparada, que admite los diferentes puntos de vista, recrea el espacio de la Institución al hacer explícitas las metodologías, las acciones de formación de la escuela y los procedimientos para lograrlo, describiendo las características del proyecto educativo en su funcionamiento pleno, detallando sus componentes y por supuesto proponiendo alternativas que permitan orientaciones en la estructura de la Institución, en su curriculum en los procedimientos administrativos, en la evaluación, en la norma, en los principios pedagógicos y en las prácticas docentes.

Asumir la escritura desde los diarios pedagógicos es garantizar que el PEI no se convierta en un libro más, archivado en la rectoría. Es darle fuerza a un proyecto participativo que explore el mundo de la pedagogía y la ciencia en la construcción permanente de referentes que le permitan la formación de los alumnos como sujetos racionales, éticos y libres. Es generar, fortalecer y extender la escritura como memoria de la Institución Educativa. Mantener la memoria, a través de los registros cotidianos del diario, lo cual permite hacer vivo el Proyecto Educativo Institucional. La socialización interna y externa de los diarios pedagógicos como fuente viva de los PEI potencia la conformación de comunidades educativas y hace del PEI un proyecto académico y social.

Los diarios pedagógicos están encaminados a que el maestro pueda registrar su experiencia. Este ejercicio permanente de escritura, permitirá a su vez que el maestro evalúe con qué claridad es capaz de expresar sus ideas, qué nivel de racionalidad las acompaña. Se busca generar también un espacio para cotejar lo que dice, lo que escribe con lo que hace. Además de continuar un proceso de autoformación tanto en el ámbito profesional como intelectual, como en el de la escritura y la estructura gramatical de la misma.

En la escuela la escritura tiene que cobrar toda su fuerza, pues no en vano, es el más grande invento de la humanidad, se debe convertir en la principal forma de registro para establecer na comunicación entre los sujetos, lo cual les permite organizar su pensamiento a través de las múltiples realaciones que cruzan la Institución. W.Ong (1987:81) citado por Jurado V. Y Bustamante “Los procesos de la escritura” en Revista Educación y pedagogía, N° 28, 1992, Bogotá, señala: “Sin la escritura, el pensamiento escolarizado no pensaría ni podría pensar como lo hace, no solo cuando está ocupado en escribir, sino incluso normalmente cuando articula sus pensamientos de manera oral. Más que cualquier otra invención particular, la escritura ha transformado la conciencia humana”.

¡Se entiende el grupo de maestros de una institución como una estructura comunicativa, la escritura es sin duda su más elevada forma de pensar. Y por ello es necesario construir un espacio comunicativo entre las prácticas pedagógicas, la formación de maestros y la escritura. La escritura será el reflejo de lo que el maestro lee, estudia, reflexiona, discute, hace, sabe, piensa, cambia, enseña y practica. En este proceso de larga duración de los maestros se irán formando como artistas del lenguaje, para recrear con la palabra las situaciones que darán inicio a un nuevo maestro escritor. La palabra escrita será el artífice del cambio.

La escritura tiene que ganar un nuevo espacio para que no se asuma como producto acabado, concepción ésta que tiene mucho que ver con la forma como son asumidas las prácticas pedagógicas, la construcción del saber escolar, la ciencia y la vida de la institución. Al no reconocer los procesos, tampoco se permiten transformaciones; los sujetos son asumidos como iguales, por lo tanto sus discursos y sus prácticas también lo son.

En una concepción de escuela como espacio para la homogeneización del maestro como intermediario, de los alumnos como receptores pasivos, de la ciencia como verdad revelada, de los saberes escolares como productos finales, la escritura salió de la escuela, para dejar instalar en su vacío, las formas para rellenar, la copia de los textos y los manuales, los dictados, el silencio,la incomunicación.

A pesar de su carácter de registro, el diario pedagógico no puede confundirse con un intrumento de control o de repetición de acciones, la cual copia de una organización externa al maestro, como son los textos escolares o los módulos de trabajo. Como lugar de un debate permanente, como ejercicio de la escritura con sus exigencias de rigor y sus dificultades inherentes, en tanto reflexión sobre las relaciones que cruzan el espacio de la escuela, el diario pedagógico debe permitir al propio maestro evidenciar sus vacíos de formación, reconocer aquellos aspectos que demandan una mayor indagación y conocer la dinámica en la cual la institución y los individuos se encuentran inmersos.

¿Cuál debería ser entonces su propósito, su esencia, su razón de ser? Es importante empezar por entender que para escribir el diario pedagógico se requiere recrear el espacio de la cotidianidad. No se trata solo del recuento anecdótico sino del esfuerzo por evidenciar el cruce de relaciones entre los sujetos, sus discursos y sus prácticas.
Recoger esta información implica obtener datos sobre las situaciones más relevantes de la institución. Es decir, el diario registra en el permanente vivir de la institución, como espacio para la teorización, la conceptualización, la innovación y la experimentación.

La racionalidad de la práctica educativa implica una práctica fundamentada y rigurosa que incorpora aportes de las ciencias naturales, sociales, humanas así como del campo intelectual de la pedagogía. Exige una concepción sistemática y compleja de la realidad de los procesos de enseñanza y sus principios didácticos. Comporta la investigación de los maestros como una forma de proporcionar una práctica reflexiva y un contacto directo con las comunidades pedagógicas y con las comunidades científicas. Y por último supone un currículum abierto con un carácter procesual y experiemental que permita nuevas formas de relación entre las instituciones, los maestros, los alumnos y los saberes.

El diario pedagógico refleja los puntos de vista del autor sobre los procesos más significativos de la dinámica en la que está inmerso. Es por ello que la dinámica tiene que establecer conexiones y relaciones, no puede ser simplemente repetición

Inicialmente el diario pedagógico es eminentemente descriptivo, lo cual es un momento importante en la medida en que ayuda a centrar la observación y a categorizar la realidad para ir mas allá de la percepción intuitiva. Una buena descripción de un diario pedagógico permitirá inferir los métodos de enseñanza, la concepción de aprendizaje, de formación, etc. Pero se pretende que el autor mismo del diario pedagógico sea quien haga explícitas mediante la reflexión y el análisis la forma en que se construye su propia historia como sujeto de saber, como hombre público. Para ello es preciso establecer conexiones entre los hechos, los cuales no pueden concebirse de forma aislada. Esta orientación pretende iniciar un proceso de reflexión-investigación sobre la práctica.

En la medida en que se van idenntificando y categorizando los acontecimientos y las situaciones recogidas, se va estructurando una visión más analítica. La detección de problemas prácticos va permitiendo la puesta en marcha de estrategias, teorias, conceptualizaciones, innovaciones y experiencias que permiten ampliar un proceso continuo que movilice el cambio.

Con relación al maestro el diario pedagógico le permite revisar su formación como pedagogo, su relación con el saber disciplinar o científico, su manejo de la autoridad y de kla norma, su concepción sobre el reconocimiento del otro , sus métodos y estilos de enseñanza, su relación con el curriculum y con los proyectos de investigación que tiene la institución, la relación con sus pares, etc.
Esta concepción que el maestro construye sobre sí mismo, está emparentada con la concepción que sostiene sobre el conocimiento, el aprendizaje, los alumnos, los ambientes, la tecnología y la didáctica.

El diario pedagógico es el principal instrumento para conocer los problemas de la escuela, investigarlos y cambiar las concepciones asociadas con ellos, de igual manera permite la formulación de hipótesis e intervenciones novedosas en el ambito de una experiencia que se reflexiona y se transforma. El diario permite la organización y la categorización de datos fiables para saber si la práctica se transforma.





BIBLIOGRAFIA

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MARTA LORENA SALINAS SALAZAR: Magister en sociología de la Educación de la Universidad de antioquia. Actualmente es profesora de la facultad de educación de la Universidad de Antioquia. Es investigadora inscrita en Colciencias, en el campo de las representaciones sociales de la justicia.




















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